Es evidente que estamos hechos de una pasta especial indisoluble e inmune a las desgracias y males ajenos. Sólo así se entiende esta capacidad natural de sobreponernos e incluso de ser razonablemente felices a pesar de todo. Saramago decía que “estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que, viendo, no ven”…
Muchas veces me he preguntado acerca de la posibilidad de ser feliz en un mundo donde una parte considerable de la población sufre por diversos motivos y donde todo tipo de calamidades se suceden cada día. Y a pesar de ello me invaden instantes de felicidad. Tampoco comprendo cómo puedo enredarme y perderme en trivialidades y pequeños contratiempos cotidianos, a los que dedico gran parte de mi tiempo y preocupación, a sabiendas de su insignificancia en comparación con los problemas de la humanidad. Creo que es un dilema irresoluble.
Los medios de comunicación, en especial la televisión y las redes sociales por el impacto brutal de la imagen y la voz en directo, son una gran ventana con vistas que nos acercan a dramas lejanos, guerras incomprensibles, desastres ecológicos, vulneraciones flagrantes de derechos humanos, injusticias insoportables…al DOLOR en definitiva de personas que han tenido la mala suerte de nacer o pasar por allí. Son llamadas de atención que agitan nuestras conciencias y que logran sacarnos durante unos instantes de nuestra piel. Pero una especie de instinto de supervivencia acude a nuestro rescate y nos devuelve la miopía innata que nos impide ver más allá de nuestras cuatro paredes y la sordina perdida para bajar el volumen de la aflicción del otro, dejándonos anestesiados de nuevo para seguir viviendo como siguen las cosas que no tienen mucho sentido que cantaba Joaquín Sabina.
En ocasiones he sentido el impulso de irme lejos, de hacer algo por los demás que diera un significado transcendente a mi vida. Admiro profundamente a aquellos valientes que abrazan una causa y la hacen suya. Pero en mi camino se cruzó alguien que, como Robert Redford en Havana me dijo “Si quieres cambiar el mundo cambia el mío” y me convenció de que mi sitio estaba aquí, donde también hay causas loables por las que luchar. Sólo hay que saber mirar y escuchar.
Ahora que la Navidad no es tan blanca por culpa del calentamiento global ni tal feliz para los que ya no somos niños por causa de las ausencias y de la complejidad absurda de las relaciones humanas, nos queda al menos esta época de tregua propicia para la reflexión, la solidaridad y la empatía con independencia de las creencias religiosas de cada cual.
Por eso aunque en este mundo al revés la corrupción de algunos dirigentes de ONG haya salpicado al resto de organizaciones honradas, poniendo en duda su encomiable labor, el crowdfunding haya sido utilizado para estafar a personas buenas con ansias de ayudar, las adopciones internacionales hayan sido, en algunos casos objeto de tráfico de dinero y sentimientos por parte de entidades amparadas por organismos públicos, el voluntariado se compute como créditos en la universidad y como mérito en el curriculum, las empresas implanten diversas iniciativas solidarias a costa de sus empleados para conseguir una bonita foto de responsabilidad social corporativa, la conciencia social y el reciclaje de productos y residuos sirvan para el lucro de unos pocos, las donaciones desgraven y las buenas acciones se publiquen en Instagram me gustaría pedir un deseo para este año que comienza:
Que el altruismo no pase de moda y que el dolor y la injusticia nunca nos sean indiferentes, aunque sólo sea durante momentos fugaces. Porque sólo así nuestra vida tiene sentido.
😘😘😘